Dune
Arqueología de Ciencia Ficción
Durante varios meses he estado obsesionado con los géneros de fantasía y ciencia ficción. Racha que quise terminar con un clásico: Dune de Frank Herbert.
Llego tarde a la lectura de este libro. Pero quería hacerlo antes de que saliera la nueva adaptación cinematográfica. Ya había visto la primera, por televisión, en los ochenta; aunque su recuerdo era vago y difuso.
La oportunidad me proporcionó un curioso punto de observación.
Pude apreciar, por ejemplo, la deuda que Herbert le debe a los clásicos de fantasía como Tolkien en cuanto a la construcción de mundos, con lenguajes, mitologías, floras y faunas. A la vez que la directa influencia que se puede percibir de la historia de los Atreides sobre obras posteriores como La Rueda del Tiempo de Robert Jordan.
Asimismo, no se puede dejar de reconocer que la ciencia ficción contemporánea se apoya en estos antecedentes literarios como un edificio sobre sus cimientos. Los autores que escriben en nuestros tiempos pueden dar presupuestos por sentados porque los clásicos ya dejaron al público preparado para eso. No necesitan detenerse en explicar la prehistoria de un planeta a detalle; sino contentarse con taquigrafiarla, en la confianza de que el lector podrá extrapolar lo que quedó tácito.
Dune termina siendo entonces, para un lector tardío -empapado de Hugos y Nebulas- un ejercicio en arqueología de la ciencia ficción. De desenterrar artefactos culturales cuyos vestigios hoy en día absorvemos con la leche materna - o más probablemente, con la televisión y YouTube.