Cuarentena y Ciudadanía
Cuánto revela la crisis del nuevo coronavirus sobre nuestra construcción social
La capacidad de reacción del estado peruano al adelantarse y tomar decisiones rápidas para hacer frente a la pandemia fue digna de aplauso. Sin duda ayudó a amortiguar el impacto de la crisis.
Sin embargo, tres meses después seguimos encerrados, los que podemos. Y otros: sin poder; pero con sacrificio. Mientras, quienes no pueden sacrificar más, buscan la subsistencia a riesgo de su salud y a pesar de los decretos del gobierno.
Pues no se pudo corregir en tres meses, lo que no se había hecho en doscientos años. Las brechas son muy amplias.
En infraestructura de salud, para poder atender la avalancha de casos. En tecnología e infraestructura asistencial, para el seguimiento de contactos con los infectados. En modernización y formalización de la capacidad productiva, para poder mantener a la gente trabajando desde casa, y para posteriormente lograr un ordenado retorno a alguna normalidad.
Pero por algún motivo, persiste la expectativa de que todas las decisiones vengan de arriba, es decir desde Palacio.
Comenzando por el mismo Presidente y sus ministros, hasta que la realidad les tuerce el brazo.
Pero los ciudadanos y organizaciones privadas, no estamos exentos.
Como la Federación Peruana de Fútbol, para no ir más lejos. Que según reportes de la prensa, si no fuera porque el director técnico les metió una guapeaba, seguirían esperando que les den permiso para hacer su trabajo.
Tendríamos que irnos acostumbrando a que ejercer la ciudadanía trae derechos pero también obligaciones.
Y de paso ir acostumbrando al estado a lo mismo, también. Que sepa que puede y debe trasladarnos las responsabilidades que nos corresponden.
A pesar de nuestras muchas similitudes, e historia común, cada país de América Latina ha encontrado un balance distinto en esta cuarentena.
El nuestro, un poco más paternalista: con menos ciudadanía.
El nuevo coronavirus quiza haya revelado otra brecha tan importante como las otras. Entre los que creen que necesitamos ser llevados de la mano y los que demuestran con sus acciones que pueden y quieren valerse por si mismos. Entre una institucionalidad todavía muy colonial y una población emprendedora, cuya energía creativa podríamos liberar en lugar de reprimir.